



Una de nuestras misiones en la tierra es; establecer nuevos centros de luz, custodiar, recuperar y detectar "tierras santas" (lugares de concentración energética) para realizar peregrinajes, meditaciones, ejercicios espirituales y revivir algunos puntos y senderos que han sido apagados y abandonados, para volverlos a encender y dar señales a los cielos...
La particularidad de nuestra orden consiste en la transmisión directa de un fluido espiritual, del Iniciador/a hacia el recipiendario/a por la imposición de las manos, por la palabra y otros signos. A través de esta transmisión se instaura un lazo de efectos indisolubles, entre el/la que transmite el fluido y el/la que lo recibe. Este lazo, como todo lo que forma parte de la ley de causa y efecto, se perpetúa más allá de la muerte. La iniciación martinista nos lleva a ser un eslabón más, dentro de la cadena iniciada por nuestros maestros y hermanos del pasado.
Estamos dedicados al establecimiento de una condición espiritual en un mundo material y profano. Asumimos juramentos y votos para vivir una vida de paz, armonía y alegría, para utilizar luego esos principios en la espiritualización de la materia y la materialización del espíritu, como una condición natural en los seres humanos.